El secretario de Prensa de la Presidencia de la República, Ernesto Sanabria, este lunes resaltó en Diario El Salvador su columna semanal con el tema Guillotina y nuevo ajedrez político, donde hace un recuento de cómo han surgido varios movimientos que buscan convertirse en partidos políticos.
En ese sentido, damos a conocer el contenido del texto para que pueda leerla: Estos movimientos políticos pretender llenar los vacíos que dejaron ARENA y el FMLN, arropando sus fracasadas ideologías; otros, que no se entiende qué quieren representar; y alguno que otro que se distancia de las doctrinas tradicionales.
Lo que sí es cierto, dice Sanabria, sin lugar a discusión, es que las elecciones de 2019 sirvieron de guillotina para las viejas formas de hacer política, marcando un nuevo comienzo y estableciendo un nuevo tablero de ajedrez en el ejercicio del poder.
Obviamente, manjar para depredadores. En el pasado quedaron los años en los que jefes de un partido, reunidos a puerta cerrada en habitaciones llenas de humo de cigarro y licor, intercambiaban favores y apoyos mientras acordaban programas, prebendas y candidatos, una imagen asentada en la mitología política.
Esto demuestra que las nuevas circunstancias del poder político ya no son las de antes: los jefes de siempre, los hábiles negociadores que controlan el aparato, las finanzas y la base del partido, ya no mandan como solían hacerlo. Ese sistema que controlaron por más de 30 años tricolores, rojos y los verdes de Rodolfo Parker fue eliminado de tajo por los salvadoreños.
La realidad es que nunca actuaron con la mentalidad de favorecer al pueblo, sino, favorecerse de él: mansiones, extensiones de tierra, vehículos, cuentas bancarias, impunidad y corrupción son muestras del uso del poder para sus beneficios. Los institutos políticos deben comprender que una de las funciones primordiales de la política es identificar, articular y transformar en acciones los intereses de la gente.
En teoría los partidos representan a la gente y transmiten sus opiniones y deseos a quienes tienen el deber y el poder de satisfacer los deseos del pueblo. Esto es lo que nunca entendieron areneros y efemelenistas. En otras palabras, los partidos políticos sirven o deberían servir de intermediarios entre la gente y su gobierno. Su función es conectar los deseos y las necesidades de los votantes con las actividades y decisiones del Gobierno.
“Sin embargo, lo que hemos visto en El Salvador son partidos dinosaurios en total oposición a las acciones oficiales en favor del pueblo, con una rastrera credibilidad, pero apoyados por periodistas activistas. Como bien lo dijo Lena Hjelm-Wallén, antigua viceprimera ministra de Suecia: “La gente se moviliza más por cuestiones concretas que la afectan en su vida diaria que por las ideologías abstractas y generales que representan los partidos”.
Esto explica en parte por qué los que fueron partidos dominantes, los tradicionales, han perdido su poder, y de por qué descaradamente y en estado de esquizofrenia se han opuesto a todos los programas y acciones del Gobierno del presidente Nayib Bukele, como la vacunación, la entrega de paquetes PES, computadoras, entre otros.
El abandono total del pueblo, por parte de ARENA y del FMLN, demuestra que sus líneas ideológicas son abstractas, pero que comparten un asunto en común: el poder que siempre tuvo en jaque a los salvadoreños.
Sin duda, algunos institutos que son relativamente nuevos ya cayeron en ese mismo saco fracasado de los partidos tradicionales, repitiendo los mismos discursos sin darse cuenta de que la gente desprecia ese accionar; mientras que otros, que dicen alejarse, son apadrinados por personajes con viejas mañas. En el tablero de ajedrez político la única línea certera es la trazada por el presidente Bukele: la de concretar los beneficios de su pueblo. El poder del ciudadano.