Con el paso del tiempo, más se sabe de la vida de Jesús de Nazareth y sus discípulos. Por ejemplo, el lugar donde se sirvió la última cena fue un sitio familiar para el mesías.

En 2014, el papa Francisco visitó el Cenáculo de Jerusalén, ahí explicó las siete claves que tiene para los cristianos ese lugar importante.

El Pontífice celebró una misa, con la autorización de los judíos, porque consideran que los cristianos no pueden interferir en un lugar sagrado. Según sus creencias, en el Cenáculo está construida la tumba del rey David.

La casa donde tuvo lugar la última cena, de acuerdo con investigaciones de historiadores, pertenecía a José de Arimatea, quien era propietario del sepulcro en el cual fue luego depositado el cuerpo del Maestro. Arimatea era considerado en esa época un hombre que tenía riqueza y poder político, era miembro del Sanedrín, y lo vinculaba a Jesús el afecto familiar, porque al parecer era hermano de su abuelo, Joaquín.

“Los evangelios no identifican al dueño de la vivienda, y por calidad de la misma, se intuye que fuera persona de economía holgada. Colaboró con la causa de Jesús, pero prefirió –quizá para cuidarse- no juntarlo con su familia a compartir la cena”, según investigadores.