La consuetudinaria diputada Nidia Díaz quien viene ocupando curules legislativos desde la década de los noventas ha decidido correr nuevamente por una reelección sin sufrir ningún tipo de vergüenza por ello.

El partido de izquierda se ha caracterizado a lo largo de su historia, como un fiel cumplidor de órdenes jerárquicos donde tienen mayoría de peso aquellos que ostentaron un título militar (comandantes), desdeñando la participación de las nuevas generaciones en los cambios que necesita el país.

La cúpula del partido de izquierda, compuesta por los ex comandantes de la extinta guerrilla se han encargado de establecer las inflexibles directrices por las que el partido deben de enrumbarse, y en caso de que alguien se atreva a desafiar dicho orden establecido, es expulsado y convertido automáticamente en contra revolucionario y enemigo del pueblo.

Resulta muy difícil creer en una renovación partidaria en el FMLN, aún cuando dentro de los aspirantes veamos caras jóvenes (o al menos no de la revolucionaria tercera edad), las mismas ya estarán debidamente adiestradas por los dogmas impuestos por la alta dirigencia del partido y en el raro caso de ganar un escaño, estarán condenados a no participar protagonicamente por ellos mismos, sino bajo el dictamen de la cúpula.

La nueva reelección de Nidia Díaz resulta acongojante para la actual realidad del país, puesto que en la última gestión se ha puesto de manifiesto las maquiavélicas intenciones del partido rojo, pues con tal de entorpecer un plan de nación han sido capaces de olvidar sus diferencias ideológicas con sus más férreos enemigos de antaño, lo cual nos lleva a preguntarnos, ¿Cuáles son las intenciones reales de la diputada?¿Tiene lugar seguir dándole oportunidades a aquellos que estando en el poder solo lo aprovecharon para su propio beneficio? y por último ¿es esta la cara de la renovación farabundista?